Badago asko gustatzen zaidan blog bat: En búsqueda. Crónica de un viaje a Ítaca. Carmen deitzen den emakume batek idazten du. Bi seme alaba ditu eta Madrileko eskola publiko batean irakaslea da.
Gaur zuekin partekatu nahi dudan idatzia berea da. Eskerrik asko, Carmen, gauzak horren ondo adierazteagatik. Bihotzeraino iristea lortzen duzu gehienetan.
http://creciendoybuscando.blogspot.com.es/2011/06/has-llorado.html
Gaur zuekin partekatu nahi dudan idatzia berea da. Eskerrik asko, Carmen, gauzak horren ondo adierazteagatik. Bihotzeraino iristea lortzen duzu gehienetan.
http://creciendoybuscando.blogspot.com.es/2011/06/has-llorado.html
"Se acaba el curso, y entre informe e informe no puedo menos que recordar a los 25 niños y niñas que hace nueve meses irrumpieron por primera vez en mi vida, muchos de ellos con dos años, apenas dos palabras en el alma y mucho miedo en los ojos.
Recuerdo aquellos días de Septiembre en los que buscaban con la mirada a quienes les dejaban en la puerta del aula para ir a un mundo en el que ellos no tenían cabida. Y veo como a lo largo de los años he aprendido a luchar contra mi impaciencia de adulta, contra el "se tienen que acostumbrar" , "mira cómo te toman el pelo", y sobre todo y por encima de todo contra el "no se llora".
Porque esa sigue siendo la pregunta de muchos padres y madres cuando van a recoger a sus hijos, niños y niñas que apenas llevan tres años viviendo en este difícil mundo nuestro, difícil para todos...cuanto más para quien apenas sabe hablar, defenderse y sobre todo entenderse.
"¿Has llorado?" o "Carmen, no te preocupes, me ha prometido que hoy no va a llorar". Y el llanto pasa a ser una especie de conducta prohibida. Como si el que papá o mamá desaparezcan y me dejen en un sitio que no conozco con una señora que no conozco y una panda de niños y niñas que no conozco no fuera motivo suficiente.
Cargamos la culpa en el niño o la niña que llora desconsolado o enfurecido en la puerta del aula, pasando por alto lo fácil que sería acoger ese llanto si las ratios fueran más ...no ya razonables sino "humanas", sin reconocer que lo que nos crispa no es el niño que llora, sino el que lo haga junto a otros 24, o que nuestra exigente vida cotidiana no nos permita concederle el espacio que merece. Olvidamos que un niño es un niño, que llorar no es un acto premeditado para fastidiar al personal sino la expresión de una necesidad, de una carencia. Que más quisieran ellos que decir " me siento frustrado por que no puedo obtener la pala roja en este mismo momento, porque tengo miedo de que me abandones, porque estoy tan cansado que no sé que hacer conmigo mismo, porqué me aburro, porque te noto nervios@ y eso hace que me sienta inseguro, porque no te conozco, porque me quiero ir a casa". Pero con tres, con cuatro, con cinco años...el lenguaje no da para tanto. Y se llora. Y nos enfadamos. Y les decimos que "ya eres mayor para llorar por esa tontería" (¿Y hacerlo porque España ha ganado el mundial no lo es?), o sencillamente "me da igual que llores, no pienso hacerte caso".
Pienso ahora en Nadia, una niña de mi clase que entró en el cole llorando constantemente. A veces me parecía estar viendo una película manga, cuando sus ojos se agrandaban de pronto, empezaba a temblarle la pupila y las lágrimas se desbordaban por su cara, sin más, por todo: por un ven al corro, coge una galleta, ponte el abrigo, vamos a contar un cuento...a veces no hacía falta ni siquiera eso: comenzaba a llorar sin más, dejando lo que estaba haciendo, en una explosión repentina.
Nadia y yo hemos ensayado todo el curso para que pueda identificar lo que siente, aunque sea aún muy pequeña para saber porqué lo siente. Y cuando llora (ya mucho, muchísimo menos) me busca. Y entre las dos ponemos palabras a sus lágrimas: "Estoy triste. Estoy cansada. Quiero ir con mamá. Tengo sueño"...luego vemos si podemos solucionar o no lo que le pasa. Y acabamos pensando juntas qué podemos hacer para que se sienta mejor.
El otro día, en el patio, tuve uno de esos momentos en los que la tristeza, el estrés, el cansancio...o todo junto...se asomaron de pronto a mis ojos, sin avisar. Estaba sentada en el bordillo, contemplando como mis ratones jugaban a hacer castillos de arena. Y Nadia se acercó a mí, me cogió las manos y me miró a esos ojos repentinamente tristes que yo tenía."¿Quieres que pensemos juntas qué es lo que sientes?"La adulta que soy estuvo a punto de improvisar una sonrisa y decir rápidamente "No pasa nada, cielo, vamos a buscar un cubo". Pero pensé que bien podía aplicarme el cuento. Así que le dije "Estoy triste, Nadia". "¿Necesitas un abrazo?", me preguntó toda seria. "Sí". Y me abrazó. Largamente. Luego volvió a mirarme . "¿Estás mejor?". Y lo estaba..."
Recuerdo aquellos días de Septiembre en los que buscaban con la mirada a quienes les dejaban en la puerta del aula para ir a un mundo en el que ellos no tenían cabida. Y veo como a lo largo de los años he aprendido a luchar contra mi impaciencia de adulta, contra el "se tienen que acostumbrar" , "mira cómo te toman el pelo", y sobre todo y por encima de todo contra el "no se llora".
Porque esa sigue siendo la pregunta de muchos padres y madres cuando van a recoger a sus hijos, niños y niñas que apenas llevan tres años viviendo en este difícil mundo nuestro, difícil para todos...cuanto más para quien apenas sabe hablar, defenderse y sobre todo entenderse.
"¿Has llorado?" o "Carmen, no te preocupes, me ha prometido que hoy no va a llorar". Y el llanto pasa a ser una especie de conducta prohibida. Como si el que papá o mamá desaparezcan y me dejen en un sitio que no conozco con una señora que no conozco y una panda de niños y niñas que no conozco no fuera motivo suficiente.
Cargamos la culpa en el niño o la niña que llora desconsolado o enfurecido en la puerta del aula, pasando por alto lo fácil que sería acoger ese llanto si las ratios fueran más ...no ya razonables sino "humanas", sin reconocer que lo que nos crispa no es el niño que llora, sino el que lo haga junto a otros 24, o que nuestra exigente vida cotidiana no nos permita concederle el espacio que merece. Olvidamos que un niño es un niño, que llorar no es un acto premeditado para fastidiar al personal sino la expresión de una necesidad, de una carencia. Que más quisieran ellos que decir " me siento frustrado por que no puedo obtener la pala roja en este mismo momento, porque tengo miedo de que me abandones, porque estoy tan cansado que no sé que hacer conmigo mismo, porqué me aburro, porque te noto nervios@ y eso hace que me sienta inseguro, porque no te conozco, porque me quiero ir a casa". Pero con tres, con cuatro, con cinco años...el lenguaje no da para tanto. Y se llora. Y nos enfadamos. Y les decimos que "ya eres mayor para llorar por esa tontería" (¿Y hacerlo porque España ha ganado el mundial no lo es?), o sencillamente "me da igual que llores, no pienso hacerte caso".
Pienso ahora en Nadia, una niña de mi clase que entró en el cole llorando constantemente. A veces me parecía estar viendo una película manga, cuando sus ojos se agrandaban de pronto, empezaba a temblarle la pupila y las lágrimas se desbordaban por su cara, sin más, por todo: por un ven al corro, coge una galleta, ponte el abrigo, vamos a contar un cuento...a veces no hacía falta ni siquiera eso: comenzaba a llorar sin más, dejando lo que estaba haciendo, en una explosión repentina.
Nadia y yo hemos ensayado todo el curso para que pueda identificar lo que siente, aunque sea aún muy pequeña para saber porqué lo siente. Y cuando llora (ya mucho, muchísimo menos) me busca. Y entre las dos ponemos palabras a sus lágrimas: "Estoy triste. Estoy cansada. Quiero ir con mamá. Tengo sueño"...luego vemos si podemos solucionar o no lo que le pasa. Y acabamos pensando juntas qué podemos hacer para que se sienta mejor.
El otro día, en el patio, tuve uno de esos momentos en los que la tristeza, el estrés, el cansancio...o todo junto...se asomaron de pronto a mis ojos, sin avisar. Estaba sentada en el bordillo, contemplando como mis ratones jugaban a hacer castillos de arena. Y Nadia se acercó a mí, me cogió las manos y me miró a esos ojos repentinamente tristes que yo tenía."¿Quieres que pensemos juntas qué es lo que sientes?"La adulta que soy estuvo a punto de improvisar una sonrisa y decir rápidamente "No pasa nada, cielo, vamos a buscar un cubo". Pero pensé que bien podía aplicarme el cuento. Así que le dije "Estoy triste, Nadia". "¿Necesitas un abrazo?", me preguntó toda seria. "Sí". Y me abrazó. Largamente. Luego volvió a mirarme . "¿Estás mejor?". Y lo estaba..."